viernes, junio 17

Editores del mundo, uníos.

Los editores son los negros de las redacciones. Son la última línea de defensa en una publicación y los últimos responsables de lo que se imprime. Son como los porteros de cualquier equipo de futbol: no meten goles, no figuran como estrellas y sólo son conocidos cuando cometen una equivocación.

Las fuentes reconocen al director técnico, a los delanteros estrella que se llevan las palmas, a los medios que arman un buen juego y al defensa que con destreza arrebata el balón al contrario. De la misma forma el director del medio gana renombre, el reportero gana credibilidad y el fotógrafo es reconocido por su talento. Todos ellos son consentidos por las fuentes y el apreciados por los lectores.

Allá en el fondo de la redacción, como guardameta bajo los tres palos, el editor. Participante pasivo de las mejores jugadas, el espectador de la ovación al reportero o al gráfico. El solitario integrante cuya labor es más reconocida cuando no se aprecia su intervención, irónicamente.

Paciente. Espera el momento de entrar en acción y atajar una falta de ortografía, una idea incongruente o un párrafo mal estructurado. Brinca para desviar la mala sintaxis y se para ante el delantero contrario para evitar la pena capital: un desmentido. Como un Casillas o Buffon esperan nunca ser necesitados pero están atentos al ataque del contrario.

Su nombre no es publicado, nadie los conoce y para la mayoría de las personas y funcionarios no existen. Para los reporteros son los fantasmas gruñoones de la redacción, los que ponen mal el crédito de la fotografía o de la nota. Son los culpables, los que se llevan el regañoo pero nunca obtienen la felicitación.

Son los periodistas sin renombre, los que no usan grabadora ni libreta pero están en la boca del cañon. Si un día conoces a uno de ellos, recuerda su nombre, pues quizá nunca vuelvas a saber de él.

miércoles, junio 8

La receta de la abuela.

Hace más de un año que no cocinaba, al menos no en el estricto sentido de la palabra. Esta es una de esas recetas simples, tan planas como un discurso político pero terriblemente efectiva para aquellos que gustan del incomprendido sabor del ajo.

  • 250 gramos de ejotes
  • dos o tres dientes de ajo de buen tamaño
  • aceite de oliva
  • agua
  • sal y pimienta
Después de lavar los ejotes hay que dejarlos en agua hirviendo con sal para que se pongan más verdes y después remojarlos en agua helada para interrumpir la cocción. Este paso es meramente estético así que no hay problema si lo brincan.

En el sartén pongan a dorar en el aceite el ajo picado como Dios les dio a entender, como les guste, pues. Agreguen los ejotes secos (prefiero dejarlos con un poco de agua, me gusta que el ajo dorado quede un poco chicloso), sal y pimienta al gusto y sofrían unos minutos.

Ahora depende del gusto de cada quien, si les gustan más crudos o más dorados los ejotes. Así de sencillo se obtiene una buena guarnición para carne, nada difícil.

Todos los periodistas somos mentirosos.


"No tengo interés personal, lo juro"
La libertad de expresión es a los periodistas lo que las revistas de moda a las gordas. Una ilusión que sería mejor dejar de lado. Y digo eso porque creer en ella es más un acto de fe que un valor práctico. Y es que nadie goza de tal libertad. Todos nos autocensuramos para mantenernos "políticamente correctos", sin importar la recompensa que uno obtiene.
¿Cuántas veces han detenido el envío de un email o un tweet? Es, mas bien, convencion social disfrazada de compromiso social.

Durante mi brevísima carrera en los medios he tenido companeros que dicen no tener esa libertad de expresión. Muchos de ellos, no lo puedo negar, excelentes periodistas que investigan minuciosamente. Publican las de ocho y las que incomodan a funcionarios, pero también ellos tienen intereses y, hasta donde puedo ver, no quieren la verdad ni buscan que la ciudadanía este informada o que construya su propio criterio. Simplemente quieren el reconocimiento y un mejor trabajo, algo muy válido.

Es más, no digo que sean unos vendidos o corruptos, pero algo es cierto: todos queremos mantener nuestro nivel de vida y, por tanto, tenemos intereses.

Por otro lado, familiares, amigos y conocidos me reclaman por los contenidos de las televisoras, la agenda de los noticiarios y la linea editorial de los periodicos como si fuera el hijodeputa responsable de todo.

Me atrevería a decir que ellos (los que estan lejos de los medios) son los únicos que tienen una idea romántica del periodismo. Consideran que el fin de un diario o noticiario es dar a conocer la verdad pero no pasa por su mente que a final de cuentas son empresas y, como tales, tienen intereses.

Señor dueño de tiendas deportivas ¿le diría al potencial cliente que sus tenis Nike son elaborados en Malasia y que al comprarlas indirectamente fomentala explotación infantil? Usted, directivo de un equipo deportivo, ¿le negaría la publicidad enlas playeras a las refresqueras a sabiendas de que promueve indirectamente la obesidad en millones de niños mexicanos?

Lo mismo pasa con los medios, nunca echarán tierra a aquellos de quienes obtiene sus ganancias. Usted tampoco lo haria, estoy seguro. Así pues, lo que hace falta no es dignidad ni quejarse, ni más súplicas ni marchas plañideras. Escasea el valor para ser congruente pues uno siempre tiene la opción de tirar los dados y conoce las reglas del juego. Blame the game, not the player.